¿Cuál es la frecuencia de tu mensaje?

 

Cada persona posee una frecuencia propia, una variable que se adapta al entorno sin perder su esencia. No obstante, entre un tono y otro suele emerger la confusión, dando lugar a interpretaciones erróneas del mensaje.

Por otro lado, existen quienes aún no han modulado su frecuencia y permanecen en una onda estática, sin variaciones. Esta condición puede reflejar una postura rígida en cuanto al pensamiento y la definición de sí mismos, incluso cuando buscan mostrar su mejor versión.

En la comunicación aparecen cambios —a veces sutiles, a veces bruscos— que influyen en la claridad del mensaje. En ciertos casos, la transmisión resulta limitada, generando matices de confusión o de polarización. Conviene recordar que toda idea puede ser recibida de manera distinta según la perspectiva de cada individuo. Reconocer esta diversidad no implica aceptar sin más lo ambiguo o dejarse llevar por el límite de la invención, sino comprender que la intención del emisor merece consideración.

Desde mi perspectiva, es necesario ajustar la frecuencia de lo que expresamos y, al mismo tiempo, defender con precisión aquello que sostenemos como verdadero. No se trata de imponer, sino de comunicar con coherencia lo que somos y lo que nos identifica en lo más profundo. Tal manifestación merece respeto, aunque no podamos esperar que los demás vibren en nuestra misma sintonía. Quizá, en cambio, logren valorar la convicción con la que hablamos y reconocer la diferencia entre tantas variaciones que, en ocasiones, producen disconfort.

Saludos cordiales,

Alexandra Cortés

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