“ANA Y SU EMPATÍA”
Aquella tarde de primavera, Ana llegaba de vacaciones a una hermosa aldea. Ella, muy esbelta y delicada, poseía una imagen que encantaba a todos: una fuerza interior que superaba la simple apariencia.
Luego de unas horas de haber llegado a ese hermoso lugar, salió a caminar y a disfrutar del frondoso paisaje que la rodeaba, exclamando:
—¡El aire aquí es realmente una bendición!
Después, se dirigió al comedor en la parte baja de la posada, iluminando el sitio con una sonrisa y saludando con amor y sencillez a los servidores de aquel maravilloso lugar.
Moraleja: No se necesita hacer mucho, cuando tu espíritu lo muestra todo.
Alexandra Quint.
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