El AMOR Y LA FE EN UNO MISMO.
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Carmen, la alumna que vino a enseñarme.
Me las hizo muchas veces…
Pero no era a mí…
Después de más de 17 años en el Instituto Nacional del menor y de 25 años como docente, y en cargos directivos en la docencia, te puedes imaginar si tengo historias con alumnos.
Lo que te voy a contar hoy trata del amor y la fe en uno mismo.
La fe y el amor están estrechamente relacionadas y para mí siempre van juntas. En especial, con la seguridad en uno mismo significa aceptar errores y celebrar victorias como la que te voy a contar, teniendo en cuenta que, incluso siendo pequeños, tenemos la capacidad de trascender a nuestras circunstancias.
Carmen tenía 15 años cuando llegó a la institución.
Aparte de los años también, tenía poco amor en su haber.
Y aún menos autoestima.
Solo conocíamos su nombre la primera vez que intenté hablar con ella.
Su respuesta fue directa, "a mí no me estén sermoneando que yo me voy rápido"
—Qué bueno, a mí me encanta que se vayan rápido — respuesta de una persona a la que no conoce.
Guardó silencio, no era lo que esperaba, pero continuó con lo que ella quería decir…
—Yo lo que quiero es que me echen, no quiero estar aquí.
—Pues aquí no echamos a los que se quieren ir, así que tienes que estudiar y si no te gusta tienes la puerta de salida, lo mejor es que te vayas antes de empezar. Además, yo soy muy estricta, así que ojo…
Y, sin esperar su respuesta, me fui y entre al salón de clase.
Ella no se fue para su casa (sabía que no podría hacerlo) entró y le dijo a los primeros de la fila, a los que tampoco conocía…
—Ella está molesta… —y se sentó sola al fondo de clase…
No llegamos a expulsar a Carmen ese año...
Pese a que me amenazó con rayar mi auto…
Y luego me invitó al cafetín para brindarme un café.
Pese a que "a que me insultara" a mí y a los directivos.
Y luego me regalara un bolígrafo (quizás robado con todo el cariño para mí).
Pese a que junto a otras dos compañeras, le robaran un dinero de la chaqueta a un profesor…
Y esa misma tarde lo regresaría y reconociera que fue ella quien provocó el robo…
Jamás expulsamos a Carmen.
Porque eso era lo que ella esperaba…
Para lo que estaba acostumbrada…
A lo que no estaba acostumbrada era a recibir aquello que todo ser humano necesita en grandes, grandes cantidades,
y más a ciertas edades….
Amor.
Fue el castigo que le dimos durante todo ese año.
Amor, comprensión y un camión de reflexión y "habladera de paja" (como ella le llamaba a nuestras charlas, llenas de
gritos, insultos, abrazos y lágrimas)
terminó el curso y Carmen no repitió, promocionó.
No olvidaré sus besos y abrazos entre lágrimas el día de la graduación.
Tampoco las gracias de su madre. La misma que unos meses atrás me colgó el teléfono y me dijo que de su hija y el colegio no quería saber nada que ya estaba harta.
Ese año Carmen fue mi gran maestra.
Me enseñó a jamás tirar la toalla, entregar amor, al empoderar y creer en el otro…
Porque cuando pierdes esa batalla,
quien queda vacío, sin amor, sin poder, sin fe en uno mismo…
Eres tú.
Actúa desde el amor.
Desde tu ser.
Eso que ya eres,
que sabes que está en ti
y Dios, la vida…
Siempre te pondrá delante a maestros que te ayudarán en tu camino.
Para finalizar, en muchos corazones se vive una crisis de amor. No hay capacidad de darse, de pensar en los demás, de salir de uno mismo, para servir, para dar. Esta crisis de amor es consecuencia de una crisis de fe. Quizás nos faltan ojos para descubrir en cada persona la presencia del amor de Dios, un amor que dignifica cualquier existencia humana.
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Magíster. María Ramos Tejada.
Educadora y escritora.
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